Viajes

Paraísos cercanos

Algunas de las pequeñas joyas de la naturaleza están más cerca de lo que habitualmente se piensa

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ISLAS POR DESCUBRIR La península oculta pequeñas islas como La Graciosa, Cíes o Buda, perfectas para desconectar sin alejarse demasiado
D. VALERA

Guía práctica

  • La perla lusa

    Fuera de nuestras fronteras, en la vecina Portugal, frente a las costas del Algarve, hay otro rincón mágico: la Isla de Tavira. Forma parte del Parque Nacional Ría Formosa, un sistema lagunar constituido por estuarios, marismas y canales que se encuentran limitados al sur por un cordón arenoso de cinco islas y dos penínsulas. Tavira se compone de once kilómetros de playas, de las más valoradas del país luso. La única forma de llegar es a bordo de una pequeña embarcación. En la isla, al otro lado de la ría, hay un hotel que en su día fue el refugio para los pescadores de la faena del atún. Los visitantes que se acerquen hasta allí deberán detenerse en el pequeño bosque de pinos, donde hay habilitado un merendero. En la zona de arenas posterior a las dunas se pueden encontrar diversas especies como la campanilla de playa y el carrizo. También es una gran reserva de flamencos y cigüeña blanca.

Mar en calma. Tan solo un leve oleaje sobre el agua cristalina producido por una ligera brisa. Arena fina y suave. El sol en lo alto calienta, pero no abrasa. La pequeña isla se mantiene en silencio. Sin ruido de coches, ni de la multitud de turistas que abarrotan las playas del Levante o la Costa del Sol. Tranquilidad. El paraíso. El lugar perfecto para descansar y desconectar del agobiante y caótico día a día. Para disfrutar de una escena parecida no hace falta irse al Caribe o a exóticos archipiélagos del Pacífico. Algunas de esas pequeñas joyas de la naturaleza están más cerca de lo que habitualmente se piensa.  

La isla de La Graciosa es un primer ejemplo. Se encuentra en el archipiélago canario, al norte de Lanzarote. Apenas tiene 30 kilómetros cuadrados y una población de unos 600 habitantes que se distribuyen en dos pueblos. El enclave primigenio de La Caleta del Sebo y una urbanización turística denominada Casas de Pedro Barba. Para llegar es necesario levantar el ancla. La embarcación que zarpa desde el puerto de Órzola tarda unos 20 minutos en hacer el recorrido. Una vez en La Graciosa, la manera más sencilla de moverse es en bicicleta. No hay carreteras, solo caminos por lo que se desplazan unos pocos coches todoterreno de los lugareños. Más allá de los dos núcleos de población, no se permite ninguna otra construcción. Son las restricciones que conlleva ser parte del Parque Natural del archipiélago Chinijo. Los habitantes de la isla viven de la pesca y de un turismo cada vez más pujante, pero sin masificar: aún sólo hay una decena de apartamentos para alojarse. 

El visitante tiene la posibilidad de realizar excursiones para descubrir los mejores secretos de la isla. Dar un paseo por sus solitarias playas de arena rubia, como la de los 'Franceses' o la 'Cocina', es uno de ellos. Son pequeñas calas casi vírgenes a las que sólo se puede llegar a pie. Pero La Graciosa también puede ser admirada navegando en catamarán. De vuelta a tierra llega la hora de degustar la comida típica isleña: sopa de pescado con gofio escaldado. Otra opción es el pescado a la plancha con patatas pequeñas y una salsa picante. También el marisco es un plato común.  

Agroturismo en Buda

Otro lugar fascinante en la geografía española es la isla de Buda. Se encuentra en el extremo oriental del Delta del Ebro. De hecho, la isla, con forma de triángulo invertido, es producto de la acumulación durante siglos de los sedimentos del río. Pertenece al municipio tarraconense de Sant Jaume d' Enveja, aunque parte de la isla es propiedad privada. En su interior hay dos lagunas denominadas 'Calaix de Mar' y 'Calaix Gran'. Es un hábitat idóneo para un buen número de aves acuáticas. Utilizan las lagunas como lugar de hibernación, nidifiación y migración. En invierno las aves procedentes de Europa se concentran en la isla hasta el punto de que el 50% de las aves del Delta se encuentran en Buda. En total se han contabilizado más de 350 especies distintas. 

En la isla se organizan visitas guiadas y se fomenta el agroturismo, es decir, dar a conocer las formas tradicionales de recogida del arroz o de la pesca de la lubina y las anguilas. Y es que en los años 50, Buda llegó a tener hasta 200 habitantes que vivían del cultivo del arroz. En la actualidad apenas quedan una decena de lugareños. Además, los turistas pueden acercarse a la masía construida en el siglo XIX, hoy convertida en el único alojamiento  del lugar, y a un faro. Y, por su puesto, en sus cinco kilómetros de longitud hay espacio para unas playas vírgenes y solitarias con dunas y bosques de ribera.

En Galicia se esconden las islas Cíes, un archipiélago con tres pequeños islotes llamados Monteagudo, Do Faro y la de San Martiño. Las Cíes forman parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas, un rico ecosistema marino cuya principal referencia son los innumerables acantilados que dominan el paisaje. Para llegar a estas islas es necesario coger uno de los barcos que realiza una línea regular. Debido a la especial protección por ser un Parque Natural, el número de visitantes está limitado, aunque cuentan con un camping que sólo está operativo en la temporada alta. 

Pero sus dunas y playas no están del todo deshabitadas. Son la morada de numerosas especies, algunas de ellas endémicas del litoral galaico-portugués, que viven en unas condiciones climáticas bastante adversas. Por ejemplo las camariñas. En la zona lacustre existe una vegetación típica de marismas, como los juncos. Es un enclave propicio para las aves. Se han contabilizado 22.000 parejas de gaviotas patiamarillas, que constituyen la colonia más grande del mundo y es la especie dominante en las islas Cíes.    

Lujo por doquier

Sin abandonar Galicia aparece la isla de la Toja, perteneciente al municipio pontevedrés de O Grove, mediante al que está unido por un majestuoso puente. La Toja  debe su fama inicial a sus aguas termales. Pero en la actualidad se ha convertido en uno de los lugares más selectos de España.  No le falta de nada. Desde balnearios a hoteles de lujo, pasando por un enorme campo de golf, puerto deportivo, pistas de tenis y hasta un centro comercial. Sin embargo, pese a la suntuosidad que le ha invadido los últimos años, el centro de la isla  todavía conserva un denso pinar que le reconcilia con la naturaleza. 

Un último candidato a paraíso es Espalmador, un pequeño islote situado al norte de Formentera. Tiene aproximadamente tres kilómetros de longitud y 800 metros de ancho. Su costa es acantilada, exceptuando una magnífica cala al sur y otra, más pequeña, al noroeste. En su interior destaca una pequeña laguna fangosa donde los visitantes menos recatados no dudan envolverse en sus barros. Espalmador está rodeado por otros pequeños islotes que componen un marco incomparable. Sus playas de arena blanca y agua transparente son la joya de la isla. Cuando baja la marea, se descubre un camino que permite volver andando a Formentera. Llega la hora de volver. 

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